Elena Garro. Correspondencia con Gabriela Mora (1974-1980)
Si bien la figura de Garro por sí misma, en su faceta de exiliada, escritora, madre, exesposa de Octavio Paz, exmadracista, intelectual pública controvertida, domina los escenarios que despliega en su correspondencia, a través de su voz y desde su mirada pueden percibirse también las desventuras del exilio como fenómeno social, las tensiones políticas que en los años setenta afectaban a los mexicanos o a los españoles, las implicaciones de hechos históricos para la gente común.
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En sus cartas a Mora, Garro narra sus desventuras y recupera otros tiempos, en general sombríos, de su vida. Por momentos parece escribir para dejar constancia, para dejar por escrito su propia versión de los hechos. Así lo sugieren, me parece, la repetición de ciertos episodios familiares, la recurrencia de juicios tajantes sobre México y algunos de sus políticos. Otras veces adopta el tono de la confidencia o se deja llevar por el gusto de contar. Las cartas son siempre una forma de construir y de presentar el yo, la propia persona y su imagen, ante el otro o la otra. Esto no implica que la autora invente o se invente (en un sentido todos nos inventamos, en nuestra imagen social, de cuerpo entero, o por escrito), sino que hay que leer entre líneas e irse formando una versión propia del cómo, dónde y por qué, quien se escribe lo hace así y no de otro modo.
Si bien la figura de Garro por sí misma, en su faceta de exiliada, escritora, madre, exesposa de Octavio Paz, exmadracista, intelectual pública controvertida, domina los escenarios que despliega en su correspondencia, a través de su voz y desde su mirada pueden percibirse también las desventuras del exilio como fenómeno social, las tensiones políticas que en los años setenta afectaban a los mexicanos o a los españoles, las implicaciones de hechos históricos para la gente común.
En el intercambio epistolar entre Garro y Mora como un todo, destaca también el interés (de ésta en particular) por el diálogo, por entender y explicar, por escuchar, por dar y recibir respuesta. La comunicación no siempre es fluida, la interrumpe el retraso del correo, la va haciendo difícil la incomprensión o el cambio de circunstancias. Del testamento que abre el epistolario a la carta notarial que casi lo cierra, hay un trecho largo, fascinante y a veces estremecedor. Cada lectora o lector hará su propia interpretación de lo que es a la vez un texto personal y un documento para la historia intelectual de México.
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