Otra vez la lluvia
Diminutas perlas líricas producto de la contemplación son éstas que gota a gota nos ofrece Silvia Castro en Otra vez la lluvia. El motivo es uno y es obvio, pero la manera en que filtra y decanta las sensaciones que libera sólo puede venir del surtidor efervescente de la memoria.
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Diminutas perlas líricas producto de la contemplación son éstas que gota a gota nos ofrece Silvia Castro en Otra vez la lluvia. El motivo es uno y es obvio, pero la manera en que filtra y decanta las sensaciones que libera sólo puede venir del surtidor efervescente de la memoria. La lluvia está ahí para ser dicha (es decir, nombrada y deleitable): estaciones de la infancia y el tiempo que se entreveran para dar forma y volumen al paisaje. La brevedad de estos poemas exige precisión para no evaporarse, pero también el cauce necesario para fluir llanamente y con regocijo; esta capacidad de contención les otorga también el mérito de poder representarse como estampas de sucesivos instantes, donde el tiempo juega de la mano de los niños para recordarnos que un día fuimos aquellos que alcanzó el chaparrón y no abrieron el paraguas, o esas que jugaron en el lodo para recrear un arte ancestral. Finalmente, me complace que este libro ostente el subtítulo de poemas para niños (aunque el goce de su lectura sin duda sea mayor en las candorosas edades), porque su motivo primordial atañe a todos los que seguimos chapaleando en la vida.
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